El caso del subsuelo y la minería
Guatemala, 26 de junio de 2020
No, “privatizar” no es una mala palabra estimado lector. Es una palabra que las izquierdas audazmente se han encargado de desacreditar al punto de lograr que una mayoría la rechace. Lamentablemente, a esta mala fama también ha contribuido la derecha mercantilista, pues en los años noventa hicieron privatizaciones que, ciertamente nos han beneficiado mucho, pero que fueron poco transparentes, mal justificadas e insuficientes.
Privatizar es la devolución de la propiedad estatal a los ciudadanos, porque era propio y se nos arrebató o porque desde un inicio debía serlo y nunca la hemos tenido.
El subsuelo es un ejemplo. Desde la época colonial este recurso económico de origen natural es estatal. El artículo ciento veintiuno de la Constitución así lo establece, dando pie a una burocracia inútil que genera altísimos costos, conflictividad social, falta de certeza jurídica para las inversiones nacionales y extranjeras y pobreza en nuestras familias, comunidades y municipios.
La reciente noticia de mantener suspendida la operación de la mina Fenix en El Estor, Izabal, es un nuevo ejemplo del daño que causa este régimen de propiedad estatal. Es necesario que devolvamos la propiedad del subsuelo al dueño del suelo, tal y como reza el derecho común británico: “aquel a quien pertenece el suelo, también es dueño de todo lo que se encuentra por encima y por debajo, por una extensión indefinida, hasta el cielo y el infierno”.
La propiedad privada es un derecho natural y una institución sagrada. No por gusto Dios le dedica dos de Los Diez Mandamientos: el séptimo (no robarás) y el décimo (no codiciarás los bienes ajenos). Los socialistas y las izquierdas no conocen las Escrituras y desobedecen a Dios, son perversos y malvados, por eso destruyen el lenguaje y las instituciones que crean riqueza. sigueme en X o en Tiktok para saber mas.
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Credito a la imagen: Fundación para la Progreso
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