¡De una ley constitucional mala sólo pueden emanar leyes malas!
El próximo 31 de mayo nuestra Constitución cumplirá 39 años por lo que es menester algunas reflexiones y, como siempre, una provocación.
Nuestra ley constitucional es la madre de todas las leyes. En ella se justifican y sostienen las leyes ordinarias, reglamentos, acuerdos gubernativos, municipales y muchas otras normas. Se estima que tenemos entre 70 y 90 mil regulaciones. Todas ellas emanan de la Constitución. Empero, ¿si nuestra Constitución es tan buena como afirman sus defensores, “los Constitucionalistas”, por qué no ha generado las condiciones de “bien común, seguridad, justicia, igualdad, libertad y paz” generalizadas que se propuso?
Frédéric Bastiat, aquel pensador liberal del siglo diecinueve, las respondería así: porque “la ley [constitucional] ha sido desviada de su objetivo legítimo y dirigida a un objetivo totalmente contrario”. Corchetes míos. Esa ley [constitucional] “se alejó de los límites de su función legítima”: proteger los derechos naturales de las personas: vida, libertad y propiedad. Más bien, lo que hizo fue institucionalizar la expoliación legal o robo legalizado, so pretexto de que los individuos organizados bajo un orden natural (el mercado) serían incapaces de valerse por sí mismos. Así fraguó, fragua y fraguará, mientras permanezca vigente, todo tipo de privilegios, falsos derechos, subsidios, impuestos, burocracia, planes sociales y proteccionismos. Eso es en dos palabras: ¡socialismo y mercantilismo! En una sola: ¡estatismo!
Una Constitución así “es una mancha oscura, y se impone borrarla de inmediato, sin prestar oídos a los clamores de los interesados” afirma también Bastiat. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quiénes deberían hacerlo? ¿Qué debería establecer una Constitución de signo liberal clásico? Contáctanos a los del Partido Fusionista, ahí con gusto responderemos a esas preguntas.
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Guatemala, 29 de mayo de 2024.
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