La biblia enseña mucho sobre gobierno y economía.
Hace poco visité Santiago Atitlán y los municipios aledaños. Observé nuevamente la abundancia de iglesias católicas y evangélicas que hay por doquier, y me pregunté ¿por qué habiendo tantas iglesias cristianas reina el desorden, la pobreza y la violencia?
La doctrina del Reino de Dios es poco o mal enseñada en las iglesias cristianas, cualquiera que sea. Su importancia, no obstante, es trascendental para el progreso material, intelectual y espiritual de nuestros pueblos. En el pasaje de Lucas 17, 21 Jesús dice: “No se va a decir: ‘Aquí está’, o ‘Allí está’; porque el reino de Dios ya está entre ustedes”. El reino de Dios es Cristo mismo, quien en su momento estuvo “entre” nosotros. Cabe preguntarnos entonces, ¿Quién es Cristo? Y él mismo nos da la respuesta: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14, 16).
El Reino de Dios es Jesús mismo, su obra, enseñanzas y ejemplo, pero también sus normas, preceptos y leyes, como en todo reino. Sus normas ordenan un sistema de gobierno limitado, mercados libre y propiedad privada, principios que se enseñan en I Samuel 8, en la Parábola de los Talentos (Mateo 25, 14-30) y en dos de los diez mandamientos: no robarás y no codiciarás los bienes ajenos, por señalar solo algunos pasajes bíblicos.
Tristemente en nuestras iglesias no se enseñan estos principios de gobierno y economía. Enseñan, en cambio, perversas doctrinas como la teología de la prosperidad en las iglesias evangélicas y la teología de la liberación en las católicas, ambas contrarias al Reino de Dios. Los cristianos debemos educarnos en la doctrina del Reino para “ser sal y luz del mundo”. Solo así entenderemos por qué estamos como estamos y cómo podemos alcanzar ese tan anhelado progreso material, intelectual y espiritual. Escríbeme si quieres saber más.
Guatemala, 05 de febrero de 2021.
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