Guatemala tiene un potencial minero que nos puede sacar de la pobreza.
En Guastatoya, El Progreso, existe una aldea cuyo nombre es “Cromo”, el nombre del mineral que es utilizado en la industria metalúrgica para aportar resistencia a la corrosión. Poca información se encuentra de aquel lugar, pero su singular nombre deriva de su ubicación en la región con potencial minero conocida como Cordillera central, y de su actividad económica en algún momento de la historia.
Es de suponer que hoy las familias guatemaltecas que viven allí son de muy escasos recursos y viven con precarios servicios de agua potable, educación, atención médica y malas carreteras. ¿Qué sería de aquellas familias si el subsuelo fuese privado y existiesen libertades económicas para explotarlo?
De nada sirve tener abundantes recursos naturales si no existen las condiciones para aprovecharlos en beneficio propio. El sistema de propiedad estatal, regalías y licencias que hoy tenemos no ofrece los incentivos para que la riqueza que puede derivarse de explotar el subsuelo quede en manos de los dueños del suelo. Hoy esos ingresos quedan en manos de burócratas estatistas, se generan incentivos para la corrupción y se apacigua a las comunidades locales con una “consulta”. ¿Por qué no darles la opción de decidir libremente si quieren o no explotar los minerales que yacen bajo sus pies?
Un régimen de propiedad privada del subsuelo será posible únicamente si apoyamos la creación y crecimiento de un partido político fusionista, que tenga dentro de su programa una serie de reformas dirigidas a desregular, privatizar y abrir los mercados a la competencia. Ello creará condiciones de seguridad, justicia, educación, atención médica, conservación ambiental y obras públicas de calidad, permitiendo a los dueños del subsuelo, hoy pobres, convertirse en guatemaltecos ricos. ¿Por qué no?
Guatemala, 18 de junio de 2021
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