¡Deroguemos las leyes que crean esta perversión!
Ha comenzado la época lluviosa y con ella, lamentablemente, carreteras y puentes obstruidos, ríos desbordados, árboles y postes caídos, derrumbes y socavones por doquier. El problema no yace solamente en los gobernantes pasados o presente, el problema yace en el sistema de gobierno y economía, es decir, en las leyes que, entre muchos otros males, conciben toda necesidad como un derecho.
Las personas tenemos necesidades básicas como alimentarnos, vestirnos y protegernos del clima, pero esas necesidades, por apremiantes que sean, no constituyen derechos. Los derechos sólo necesitan ser respetados por los demás, mientras que las necesidades necesitan de un satisfactor que debe ser provisto de alguna manera: alimentarnos requiere alimento, vestirnos requiere ropa y protegernos del clima requiere vivienda.
Los derechos naturales, estos son el derecho a la vida, la libertad y la propiedad, suponen esencialmente tres obligaciones negativas: no matar, no secuestrar, no robar. El hecho de que tengas la necesidad de alimentarte, por ejemplo, supone la obligación negativa de que nadie te impida trabajar para que puedas adquirir alimentos. Una vez adquiridos esos alimentos, el derecho a la propiedad supone la obligación negativa de que nadie te los robe.
La educación, la salud, la vivienda, la alimentación, el agua, el trabajo y el medio ambiente, solo por mencionar algunos, no son derechos, son necesidades. El problema es que la Constitución y las leyes le han dado categoría de “derechos”, dándole así al gobierno atribuciones, poderes y recursos que no le corresponden; distrayéndolo de lo que es su única responsabilidad: seguridad, justicia y obras públicas. ¿Ves por qué falla escandalosamente en darnos carreteras, puentes, puertos, aeropuertos y drenajes de la más alta calidad?
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Guatemala, 19 de junio de 2024
Fotografía: Nueva escuela mexicana . org
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