Élites disfuncionales

“Corruptio optimi pessima”: Lo corrupción de lo mejor es lo peor. 

Sociológicamente, las élites son minorías selectas e influyentes. Pueden ser buenas o malas. Cuando degeneran, las élites se convierten en meros grupos de interés particular. No apuntan sus esfuerzos ni influencia hacia el bien común, degenerando hacia lo que en política se denomina “oligarquías”, las cuales, a su vez, pueden ser de derecha o izquierda.

Las oligarquías de derecha las vemos hoy bien representadas en cámaras y grupos empresariales, profesionales, militares, académicos y movimientos conservadores, incluyendo sacerdotes y pastores. Las oligarquías de izquierda, por su parte, las vemos esencialmente en los sindicatos, cooperativas y ONGs colectivistas, en el liderazgo estudiantil y en las autoridades universitarias, así como en grupos de artistas, campesinos y movimientos indígenas. 

Ambas oligarquías velan por sus intereses particulares y hasta cierto punto ello es natural. No obstante, a las oligarquías de izquierda no podemos pedirles algo que va en contra de su naturaleza: abandonar los privilegios, el colectivismo y la usurpación que hacen de las esferas privadas. Pero a las oligarquías de derecha sí les podemos pedir eso, pues está, o debería estar, semejante causa en su naturaleza.

El problema es que han sido incapaces de hacerlo. ¡Por ello son élites disfuncionales! No funcionan a la causa de establecer un buen orden social, uno en el que prevalezca el orden, la justicia y las libertades. De ahí el aforismo latino “corruptio optimi pessima”, que significa “la corrupción de lo mejor es lo peor”, por eso la derecha mala (oligarquías de derecha) es peor que la izquierda y sus oligarquías. 

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Noviembre 12, 2025

Crédito de la imágen de portada: Catalunya plural/iStock