La solución inmediata a la más reciente crisis que vive Guatemala.
“Disforia” es un estado de ánimo desagradable, de enojo, ansiedad y frustración, que en la mayoría de los casos termina en violencia. Es lo opuesto a euforia, que equivale a alegría y optimismo. En griego, “dys” se emplea para negación, y el verbo “pherein” equivale a “soportar”. Disforia equivale a “no soporto”.
"Manifestantes" destruyendo propiedad pública en el centro de la ciudad el lunes 09 de octubre. Créditos de la imágen: La Hora.
Esta patología es la que hoy mueve a muchos guatemaltecos a salir a las calles. Es colectiva y a ella subyace lo que los liberales clásicos hemos llamado “histeria anti-corrupción”, la cual, a su vez, ha dado lugar a la judicialización de la política y la paranoia del fraude electoral. Todos, una suerte de fenómenos políticos concatenados, y desencadenados por el estatismo, un sistema político y económico incapaz de generar las condiciones de orden, justicia, libertades y prosperidad económica que anhelamos los guatemaltecos.
Ante esta coyuntura, nada nueva, la solución inmediata es permitir que el gobernante electo asuma el poder mediante una transición ordenada y pacífica. El oficialismo parece estar anuente a dicho proceso, pero no así ciertos representantes de la derecha mala, quienes se rehúsan a aceptar la derrota y reconocer que ese es el juego democrático, nos guste o no.
La calle no es la salida, mucho menos la confrontación y la violencia. La forma civilizada de resolver nuestros problemas es el diálogo, sereno y racional, la persuasión y los votos, en última instancia. A ese fin sirven los partidos políticos completos y los políticos serios. ¡Presidente electo, reivindíquese como digno representante de la unidad nacional: desactive los bloqueos y sofoque toda manifestación de violencia!
¡Venzamos la disforia política! Devolvamos la paz a nuestras familias, reactivemos la economía y busquemos superar nuestros problemas de forma civilizada.
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Guatemala, 11 de octubre de 2023.
* Este artículo fue inspirado en el seminal artículo de igual título del politólogo argentino Alberto Mansueti: Disforia política (Junio 2020).
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